No siempre Jijí se la pasaba de escuela en escuela. También trabajaba mucho en la oficina de la uni. Tenía grandes responsabilidades, escribía memos y redactaba los contratos y las designaciones docentes. Muchas veces se ponía nerviosa y metía la pata. No entendía bien cómo se equivocaba, si prestaba muchísima atención cuando estaba frente a la compu, pero a veces su cabecita volaba y volaba. Pensaba en muchas cosas, pero en lo que más pensaba era en encontrar a un chico re lindo, re bueno, re inteligente y divertido que se enamorara locamente de ella. Entonces se distraía un poco. Muchas de las ideas y reflexiones las disparaba la novela de la tarde que veía con sus compañeros en el comedorcito de la uni durante el almuerzo. La chica que era la protagonista era de una familia muy pobre, o no, no, ni siquiera tenía familia y cuando salía del orfelinato empezaba a trabajar para una familia muyyyy rica, en donde vivía un chico súper guapo y divino, pero obvio, con una novia bastante fulera, “personality wise speaking”. Bueno, no vale la pena contar toda la historia, porque ya todos sabemos de quién se enamora el chico, de la huerfanita buena y linda, obvio. La cosa es que Jijí quería con toda su alma creer en esa historia y pensar que ella también podía tener suerte, y de paso dejar de salir con el otro zapallo que no hacía otra cosa que mentirle y quedarse dormido, pero, a no olvidar, que la quería mucho... ¡y cómo! Mientras tanto... turururururu... Jijí soñaba... Soñaba que un día un chico iba a llegar y tratarla realmente bien, como se lo merecía, qué tanto!! No como todos esos idiotas a los que les había entregado todo buscando nada más que la trataran con dulzura, para recibir a cambio sólo desamor. Cda vez que Jijí recordaba a alguno de ellos, su corazoncito tierno se llenaba de odio...
La hora del almuerzo era siempre la misma. A la una ya tenían todo listo y Jijí y sus compañeritos bajaban a almorzar y de paso, como ya les dije, miraban la novela. Un día a la una menos diez llamó el decano y le dijo a Jijí: “Jijí escuchame bien lo que te voy a decir. Mi secretaria no está en la oficina, así que necesito que hagas algo por mí. Llamá al Dr. Quijada Gómez, hablá con él y cancelá el almuerzo que tenemos hoy. Hacelo inmediatamente que ya es tarde.” Jijí escuchó con atención y seriedad y se puso manos a la obra. Primero llamó a la oficina y, como no atendía nadie, llamó a la casa. Nada. Espero un ratito mientras pensaba: “¡ufa! Mientras todos comen y miran la novela yo acá clavada... ¡no es justo! Why me?” Ya nos damos cuenta que Jijí era un poquitín melodramática, pero no lo podía evitar, además le parecía que le daba un aire de película a toda su vida...Como en The way we were en donde Barbra Streisand insiste tanto, tanto con Robert Redford que al final consigue que la ame. Aunque al final él le dice a ella: “Katie, you push too hard”. “Demasiado” –dijo Jijí en voz alta. Esa frasesita siempre le andaba dando vueltas en la cabeza. Era evidente para Jijí que con un poquito de maña e insistencia Barbra había logrado que el otro se quedara con ella, aunque después terminaron separados... “Es una peli de la que se puede aprender mucho”-reflexionaba Jijí, mientras del otro lado seguía sonando el teléfono. Cuando se dio cuenta de que hacía varios minutos que sonaba, decidió llamar a Quijada Gómez al celular pero como tampoco atendía le dejó un mensajito: “Buenas tardes Dr. Quijada Gómez, habla Jijí de la “uni”, lamentablemente el Licenciado Callejas no puede almorzar con usted hoy, por lo que me veo en la obligación de cancelarle de manera definitoria el almuerzo que tenían pautado. Lo saludo atentamente. Un beso.”
Aliviada de haber cumplido en “tiempo y forma” sus obligaciones, Jijí bajó saltando las escaleras hasta el comedor. Estaba feliz, hasta sintió ganas de cantar un poquito: “If we had the chance to do it all again, tell me, would we? Could we?!” Cuando llegó se sentó a comer con los demás y a ponerse al día con la novela. Pero cuando la vio, así como así, de la nada, sintió una puntada en el estómago.
A las 2 de la tarde en punto, después de almorzar, Jijí subió las escaleras para continuar con su rutina diaria y preparar algunos viajecitos que tenía pendientes. Pero cuando entró a la office, la cosa no se veía muy bien.. Estaba la secretaria del Licenciado Callejas, con cara de preocupada: “¡Jijí! ¿qué pasó hoy? Callejas está re caliente con vos, dice que lo hiciste quedar como un idiota. Te está buscando como loco.”
Jijí se quedó helada. No sabía qué decir, no entendía nada, si había hecho todo bien. Sentía que le quemaban los cachetes cuando de repente... sonó el teléfono. Era él. Pobrecita Jijí, le temblaban las piernas mientras del otro lado del auricular la voz tan temida le gritaba: “¡Jijí sos una reverenda pelotuda! No sabés ni siquiera seguir una simple orden. ¡Te expliqué bien clarito que hablaras con Quijada Gómez! ¡Tenías que hablar con él, no dejar mensajitos estúpidos!¡Ahora quedé como un idiota! ¿Será posible que no sirvas para nada?” Jijí sentía como sus ojitos se llenaban de lágrimas (que por suerte le refrescaban las mejillitas que ardían como locas). Como siempre, no pudo decir, nada, salvo “perdón Licenciado, no sabía”, con un hilito de voz. Cuando cortó su compañero S. estaba al lado suyo mirándola, severo: “Jijí, no vayas a llorar, ¿eh?, no vayas a llorar, ¡no te atrevas!” Pero Jijí no podía evitarlo, sentía que el mundo se le venía abajo, que nada valía la pena. ¡que nadie la quería!!! ¡Qué solita y fracasada se sentía Jijí! No aguantó más y se fue corriendo al baño, y una vez más se encerró en uno de los cubículos, como solía hacer en casos como estos, esperando que el mundo reventara prontito...
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3 comentarios:
pobrecita jijí!
la verdad que esta historia empieza a atraparme. besos-
Jiji = Snifsnif
Definitivamente una tragedia.
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