Jijí es una chica normal como cualquier otra. Siempre hizo lo que correspondía de acuerdo a su edad. Terminó el secundario y rápido, corriendo, sin hacer mucho ruido para no llamar la atención, se consiguió un trabajito: tiptiptip, corrían sus piecitos todas las mañanas para el trabajo. Llegaba primera al negocio del gran “shopping mall” donde vendía ropa. No le costó trabajo ponerse en el papel de vendedora amable. Jijí siempre tiene una sonrisa para todos. Tal vez no sentía ganas de sonreir, pero a Jijí no le importaba, sonreía igual, porque eso se lo enseñaron de chiquita y como es una “fast learner”, enseguida le agarró la mano. Sonrisa de acá, sonrisa de allá. Pero nunca mentía. Si una “gordita” quería comprarse un jean talle 22 que se le clavaba hasta la garganta, ¡qué pensamientos feos tenía Jijí!!, siempre decía “Lo importante es que te sientas cómoda”, cuando en realidad, pobrecita Jijí, quería decir, ¡pero gorda chota! ¡Adaptate a la realidad!!! Pero no Jijí, ella era una señorita buena y bien educada. Y así, siempre trabajando. Cuando no había clientes, doblaba la ropa tal como le habían enseñado, todo prolijito. Mientras las otras vagas de mierda dormían en el cuartito de atrás porque habían salido toda la noche...
En esa época Jijí hasta tenía un noviecito, que la llevaba y traía a todos lados en su autito “0 km”, siempre que no se quedara dormido hasta las cuatro de la tarde (que era lo que habitualmente pasaba). Pero ella lo quería igual porque él la quería y mucho... A veces quedaban en verse para la hora de almuerzo que Jijí tenía asignada, aunque casi siempre llegaba tarde. Y Jijí lo esperaba como una pavota, la una, las dos, las tres... Hasta que lo llamaba y la “chica con cama adentro” le decía que todavía dormía. Bué... pero la quería... pobrecita Jijí, se reía, se enojaba un poquito y comía solita...
Y poco a poco fue pasando el verano hasta que Jijí empezó la “facu”. Ya había dado unas materias por adelantado y le quedaban poquitas del ingreso.
Jijí trabajaba y estudiaba lo más bien. Siempre yendo y viniendo, con el noviecito vago que le mentía todo el tiempo pero Jijí no veía nada, tan ocupada que estaba. En su tiempo libre hasta se dedicaba a sus hobbies, estudiaba guitarra... y piano! Dale que te dale le daba a las teclas, practicando lo que el profe le enseñaba en la hora que tenían de clases. Lástima que la hora nunca era una hora porque el profe la veía muy tensa y recomendaba seriamente media hora de masajes de “relajación”. A Jijí eso no le inspiraba mucha seguridad, pero bueno, él sabría... Además a Jijí le costaba y le cuesta decir que no. Así que así empezó con media hora de masajes. Pero cuando el profe le dijo que tenía que sacarse toda la ropa para liberar la energía “negativa” ( incluso la bombacha, boohoohoo!!!), a Jijí le pareció un poquito sospechoso, pensó “what the fuck?” y le dijo, después de haber tomado coraje: “yo me quedo con el shorcito puesto, si le parece, profe”. Y paf, así nomás se lo dijo y el profe medio que se enojó y Jijí se sintió mal por desobedecer, pero ¿qué iba a hacer? A ver si le pasaba lo de esa vez en la playa. “No, gracias”- pensó Jijí, yo me planto y a la mierda, qué tanto joder y la puta que te parió viejo verde de mierda. Viejo puto. Viejo puto de mierda. Tomá.
Y entonces Jijí medio que se avivó, pero solo un poquito, porque ya verán los lectores que Jijí es muy obediente y le cuesta plantarse, vaya una a saber por qué.
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2 comentarios:
me cae re bien jijí, dan ternura sus razonamientos. y estuvo muy bien en plantarse frente al maldito profesor de piano.
Los lectores queremos saber cómo sigue esta historia!
besos
Un día Jijí será Juajuajuá, ya veréis.
TEMBLADDDDDD!
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