Mientras lloraba en la baño de la uni, Jijí recordaba con cierta culpa aquellos días de séptimo grado. En algún punto le hubiera gustado ser la niña buena y perfecta que todos esperaban que fuera. “Tal vez si hubiera hecho las cosas de otra manera, ahora no estaría sola y llorando en un inodoro arrepintiéndome...” Es que después del día de la excursión Jijí había decidido, por una vez, no dejar las cosas tal y como estaban. Al día siguiente, en la escuela, Jijí decidió tomar cartas en el asunto. El evento importantísimo que se aproximaba le iba a venir como anillo al dedo. Resulta que todos los años, para el día de la primavera se hacían unas competencias entre las distintas escuelas del barrio. Una de las categorías era la de reina y princesas de la primavera. Ese año Jijí tenía especial confianza en su “belleza”. No sabía bien porqué. Más de una vez los chicos se habían encargado de dejarle bien en claro que “linda” no era el calificativo apropiado para describirla. Su cabecita había grabado con tenacidad frasecitas como “¡chau, fea!" y “¡con esa cara de bosta, tenés que estar bajo tierra fertilizando mi jardín!”. Pero bueno, ya sabemos que para Jijí “perseverancia” y “disciplina” eran sus palabras de cabecera así que ahí fue ella a la escuela con un moño blanco en el pelo y la pollera del uniforme perfectamente planchada.
Al término de la votación, la maestra hizo el recuento. ¡Jijí no podía salir de su asombro cuando la seño le informó que había salido segunda princesa y, lo que era mejor todavía, le había ganado a la gordita compactera! Jijí puso cara de súper buena compañera, hizo eye contact con la gordita y le levantó el pulgar al tiempo que le guiñaba un ojo. La gordita no pudo más que fruncir la nariz en señal de desagrado. ¡Pero ya nada le importaba a Jijí! ¡Era tan feliz! ¡Finalmente el mundo reconocía su verdadera esencia! ¡Ya no podía sino triunfar en el mundo! Se imaginaba con su vestidito rosa con apliques de florcitas blancas, causando el asombro de los espectadores. Esa noche, después de la competencia seguro que bailaría un lento... “Tendría que rayar la suela de los zapatos para no resbalarme y pasar un papelón” pensó Jijí apoyando su dedito índice en sus labios.
Pero como todas las cosas buenas en la vida de la pobrecita Jijí, la alegría duró poco. La seño se había quedado en silencio observando los votos esparcidos sobre la mesa. Al rato, levantó la mirada y dijo con voz solemne:
-A ver chicas, me parece que hubo un error en el recuento... Sí, sí, efectivamente. Pido perdón pero Jijí, vos no saliste segunda princesa, sino la gordita compactera...
Bueno, en realidad no dijo “gordita compactera”, pero Jijí tenía “capacidades especiales” y a veces su audición no era del todo precisa. En este caso, cada vez que decían el nombre de la compactera, ella escuchaba o gordita compactera, o dagor, gordita mersa, etc. Innumerables sobrenombres que imaginaba Jijí a la noche para dormirse y aliviar esa bronca que le comía el almita...
Pobre Jijita no podía contener sus lágrimas, aunque se encargó de disimularlas muy bien. Por suerte tocó el timbre del recreo y pudo salir rápido del aula. Fue corriendo hasta el quiosco y, como hacía siempre que se tenía un poquitín de lástima, se compró su alfajorcito y su Coca en botellita de vidrio. Sentada en uno de las escalones del patio miraba sin expresión como la compactera saltaba la soga una y otra vez con sus amigas: Arriba, abajo, arriba, abajo, tum tum tum, rebotaba toda ella y sus accesorios de última moda que se ponía especialmente para el recreo porque no se los dejaban usar durante la clase. Cantaban felices las chicas: “¡toca el cielo, toca la tierra, da media vuelta y...” Antes de que el corito pudiera decir “sale” – momento en el que la gordis tenía que salir airosa del ejercicio combinado de salto y canto- Jijí no logró contener el impulso de dejar rodar disimuladamente la botellita de Coca justo en dirección a los piecitos ágiles de la saltarina... ¡Paf! De frente contra el suelo cayó su archienemiga. Todas quedaron paralizadas, horrorizadas ante semejante espectáculo: la cara completamente ensangrentada y en el piso girando sobre su eje, un dientecito blanco.... Jijí gritó “¡A la miércoles! ¡Chicas, alguien guarde el diente que tal vez más adelante se lo pueden pegaaar! ¡como cuando te cortás un dedo!”
No vale la pena detenerse en todos detalles de los días que le siguieron al accidente, sólo en uno: alguien debió reemplazar a la compactera y por orden de “llegada” le correspondió a Jijí. Así fue que finalmente pudo ponerse su vestidito rosa con apliques de florcitas no sin cierta culpa y arrepentimiento por no haber sido del todo la Jijita buena y linda que quería ser para los demás...
¿Quién podría quererla verdaderamente sabiendo que tenía pensamientos y, ahora también, hechos tan oscuros en su haber? Jijí no quiso pensar más y sacudió su cabeza para sacarse esas ideas feas de encima. Se puso su vestidito y salió a encontrarse con sus compañeras, aunque en el fondo, a pesar de estar acompañada, no pudo evitar sentirse, otra vez, sola.
jueves, 25 de octubre de 2007
lunes, 22 de octubre de 2007
Misty water-colored memories...
¡Ay Jijí! ¡Encerrada en el baño, solita mientras sus lagrimitas caían, tiptiptip, formando un charquito en el piso! Mientras el charquito crecía más y más su mente se iba lejos, recordando la primera vez que se encerró en el baño. Esa vez no había sido a propósito, había sido un accidente que se transformaría en hábito.
Había ido con sus compañeritas de séptimo grado de visita guiada a La Serenísima. El día parecía prometedor. Tenían que ir con equipo de gimnasia así que Jijí se puso sus mejores pantalones y limpió sus zapas de cuero con la pomada incolora. ¡Se sentía especialmente feliz! Cuando se subieron al micro las seños contaron a las 25 alumnitas sentadas de a dos en el micro escolar. Jijí se sentó en la segunda fila esperando que alguien se sentara con ella, pero como era habitual se quedó sola. ¡No iba a permitir que eso le arruinara el día! Ya estaba acostumbrada a esas cosas, además, ¿para qué sentarse con esa manga de idiots que se creían mil porque tenían equipos de música en los que se podía meter hasta 5 cds juntos?
Cuando llegaron a la planta, hicieron el primer recorrido y después tomaron un desayuno en el comedor. Antes de continuar con la visita, Jijí le dijo a unas compañeras:
-¡Chiquis, esperenme un minutito que voy al baño! Plis! ¡No se vayan sin mí!
-¡Uy, dale Jijí, ya nos estamos yendo! ¿Por qué no fuiste antes?-
Mientras la gordita le conestaba de mala gana mascaba un Bazzooka sabor sandía apestaba.
“Gorda puta -pensó Jijí- te voy a meter uno por uno los cinco cds de tu compactera o como mierda se llame en la boca. Pero eso pensó, porque decir, decir no dijo nada. Se quedó calladita , frunció la boca y se fue corriendo al baño.
Sola en el cubículo del inmaculado baño de La Serenísima, sintió una puntada en el estómago y no era del Serenito sabor dulce de leche, eso estaba segura, porque nunca le caía mal.
Sentada ahí, solita, se imaginaba otro mundo, en donde todos la admiraban y trataban como una reina. Se veía subida a un podio recibiendo algún premio de gran escritora, mientras decía algún chistecito con un guiño “extra special” que hacía reir a los más despiertos. Ella sabía que ese día iba a llegar prontito, sólo era cuestión de perseverancia y mucha disciplina, ya se lo habían inculcado en sus viajes por los States.
La cabecita de Jijí, positiva, esperanzada, pensaba en el éxito y el amor que la esperaban en su vida cuando se dio cuenta de que ya hacía 15 minutos que estaba en el baño. Decidida a seguir, triunfal, su visita por La Serenísima, quiso abrir la puerta del cubículo de una patada, cuando oh sorpresa, se dio cuenta de que estaba trabada. Primero Jijí se asustó, pero enseguida se tranquilizó pensando que pronto se darían cuenta de su ausencia y la vendrían a buscar. Mientras esperaba sentadita en el inodoro, siguió pensando. Pensó en lo mala que era la pomada que sus zapas ya estaban sucias otra vez, en los kilos y kilos de Serenito que se producían por día, en que la gordita de los 5 cds se los podría comer todos si la dejaban... Más que nada, pensó en la gordita:
-Gordita putañera, ¿qué se cree? ¿Que esas calzas rosa fluor que usa en los bailes le quedan bien? ¡Qué mal gusto!
¿Por qué nadie venía a buscarla? ¿Por qué nadie la sacaba a bailar lentos? ¿Por qué los micros escolares son blancos y naranjas? Ya había pasado una hora y nadie venía, ni siquiera para usar el baño. ¡Ufa! Jijí se estaba poniendo nerviosa. Esperó y esperó, hasta que se quedó dormida, sentadita en el inodoro.
A eso de las 4 de la tarde una voz la despertó sobresaltada: era la señorita Graciela, la maestra de matemáticas que le hablaba a la seño de Ciencias Sociales mientras se prendía un pucho:
-Mirá Susana, ya te digo, la docencia te consume, no me la banco más. Mañana hablo con Adriana para empezar el trámite para el pase a tareas pasivas.
-Vos lo que tenés que hacer es pedirte la licencia, ¿vistes? Después decidís. Mirá que en las pasivas, tendrías que trabajar con María del Carmen y esa ya viste como está desde que se le fue el marido... Ojo, no te digo que te pidas licencia por depresión porque te jubilan antes de tiempo.
-¡No! ¡De ninguna manera! Me la pido por lo del ojo. ¡Ay! ¿Vos sabés si yo me casaba con el salteño? Ahora estaba viviendo lo más bien sin terminar reventada todos los días pero no...
Jijí decidió interrumpir la charla, aunque le parecía de mala eduación -sus padres le habían enseñado bien- pero sino se iba a quedar encerrada de por vida y eso no le parecía muy cómodo:
-¿Seño? Soy yo, Jijí. Acá adentro, en el cubículo de la derecha, me quedé encerrada...
-¡Pero Jijí! ¿Será posible? ¡No puede ser que siempre te metas en problemas! A ver... subite al inodoro que voy a abrir la puerta de un golpe...
Jijí se subió y se tapó la carita con las manos, esperando sentir el golpe seco. De repente: ¡Pum! Se abrío la puerta y golpeó contra el inodoro. Jijí se descubrió la cara, percibía que ese golpe y la siestita del inodoro habían cambiado algo en ella. Sólo podía pensar en la gordita de los cds y cómo no había avisado a nadie. La puntada en el estómago volvió pero también su carita se iluminó con una sonrisa. Se sentía Scarlett en Lo que el viento se llevó. Se acomodó el pelo y salió con la cara en alto, como si la hubieran rescatado de uno de esos pozos en donde se caían chiquitos que tenían que ser sacados por otros chicos porque eran muy estrechos para un adulto.
Jijí, estaba decidida, tenía muchas plantaciones en juego y no era cosa de dejar que una gorda se las comiera todas... Iba a tener que actuar, aunque fuera solo un poquito...
Había ido con sus compañeritas de séptimo grado de visita guiada a La Serenísima. El día parecía prometedor. Tenían que ir con equipo de gimnasia así que Jijí se puso sus mejores pantalones y limpió sus zapas de cuero con la pomada incolora. ¡Se sentía especialmente feliz! Cuando se subieron al micro las seños contaron a las 25 alumnitas sentadas de a dos en el micro escolar. Jijí se sentó en la segunda fila esperando que alguien se sentara con ella, pero como era habitual se quedó sola. ¡No iba a permitir que eso le arruinara el día! Ya estaba acostumbrada a esas cosas, además, ¿para qué sentarse con esa manga de idiots que se creían mil porque tenían equipos de música en los que se podía meter hasta 5 cds juntos?
Cuando llegaron a la planta, hicieron el primer recorrido y después tomaron un desayuno en el comedor. Antes de continuar con la visita, Jijí le dijo a unas compañeras:
-¡Chiquis, esperenme un minutito que voy al baño! Plis! ¡No se vayan sin mí!
-¡Uy, dale Jijí, ya nos estamos yendo! ¿Por qué no fuiste antes?-
Mientras la gordita le conestaba de mala gana mascaba un Bazzooka sabor sandía apestaba.
“Gorda puta -pensó Jijí- te voy a meter uno por uno los cinco cds de tu compactera o como mierda se llame en la boca. Pero eso pensó, porque decir, decir no dijo nada. Se quedó calladita , frunció la boca y se fue corriendo al baño.
Sola en el cubículo del inmaculado baño de La Serenísima, sintió una puntada en el estómago y no era del Serenito sabor dulce de leche, eso estaba segura, porque nunca le caía mal.
Sentada ahí, solita, se imaginaba otro mundo, en donde todos la admiraban y trataban como una reina. Se veía subida a un podio recibiendo algún premio de gran escritora, mientras decía algún chistecito con un guiño “extra special” que hacía reir a los más despiertos. Ella sabía que ese día iba a llegar prontito, sólo era cuestión de perseverancia y mucha disciplina, ya se lo habían inculcado en sus viajes por los States.
La cabecita de Jijí, positiva, esperanzada, pensaba en el éxito y el amor que la esperaban en su vida cuando se dio cuenta de que ya hacía 15 minutos que estaba en el baño. Decidida a seguir, triunfal, su visita por La Serenísima, quiso abrir la puerta del cubículo de una patada, cuando oh sorpresa, se dio cuenta de que estaba trabada. Primero Jijí se asustó, pero enseguida se tranquilizó pensando que pronto se darían cuenta de su ausencia y la vendrían a buscar. Mientras esperaba sentadita en el inodoro, siguió pensando. Pensó en lo mala que era la pomada que sus zapas ya estaban sucias otra vez, en los kilos y kilos de Serenito que se producían por día, en que la gordita de los 5 cds se los podría comer todos si la dejaban... Más que nada, pensó en la gordita:
-Gordita putañera, ¿qué se cree? ¿Que esas calzas rosa fluor que usa en los bailes le quedan bien? ¡Qué mal gusto!
¿Por qué nadie venía a buscarla? ¿Por qué nadie la sacaba a bailar lentos? ¿Por qué los micros escolares son blancos y naranjas? Ya había pasado una hora y nadie venía, ni siquiera para usar el baño. ¡Ufa! Jijí se estaba poniendo nerviosa. Esperó y esperó, hasta que se quedó dormida, sentadita en el inodoro.
A eso de las 4 de la tarde una voz la despertó sobresaltada: era la señorita Graciela, la maestra de matemáticas que le hablaba a la seño de Ciencias Sociales mientras se prendía un pucho:
-Mirá Susana, ya te digo, la docencia te consume, no me la banco más. Mañana hablo con Adriana para empezar el trámite para el pase a tareas pasivas.
-Vos lo que tenés que hacer es pedirte la licencia, ¿vistes? Después decidís. Mirá que en las pasivas, tendrías que trabajar con María del Carmen y esa ya viste como está desde que se le fue el marido... Ojo, no te digo que te pidas licencia por depresión porque te jubilan antes de tiempo.
-¡No! ¡De ninguna manera! Me la pido por lo del ojo. ¡Ay! ¿Vos sabés si yo me casaba con el salteño? Ahora estaba viviendo lo más bien sin terminar reventada todos los días pero no...
Jijí decidió interrumpir la charla, aunque le parecía de mala eduación -sus padres le habían enseñado bien- pero sino se iba a quedar encerrada de por vida y eso no le parecía muy cómodo:
-¿Seño? Soy yo, Jijí. Acá adentro, en el cubículo de la derecha, me quedé encerrada...
-¡Pero Jijí! ¿Será posible? ¡No puede ser que siempre te metas en problemas! A ver... subite al inodoro que voy a abrir la puerta de un golpe...
Jijí se subió y se tapó la carita con las manos, esperando sentir el golpe seco. De repente: ¡Pum! Se abrío la puerta y golpeó contra el inodoro. Jijí se descubrió la cara, percibía que ese golpe y la siestita del inodoro habían cambiado algo en ella. Sólo podía pensar en la gordita de los cds y cómo no había avisado a nadie. La puntada en el estómago volvió pero también su carita se iluminó con una sonrisa. Se sentía Scarlett en Lo que el viento se llevó. Se acomodó el pelo y salió con la cara en alto, como si la hubieran rescatado de uno de esos pozos en donde se caían chiquitos que tenían que ser sacados por otros chicos porque eran muy estrechos para un adulto.
Jijí, estaba decidida, tenía muchas plantaciones en juego y no era cosa de dejar que una gorda se las comiera todas... Iba a tener que actuar, aunque fuera solo un poquito...
sábado, 20 de octubre de 2007
The first thing is to determine conclusively wether you’re in a comedy or a tragedy.
No siempre Jijí se la pasaba de escuela en escuela. También trabajaba mucho en la oficina de la uni. Tenía grandes responsabilidades, escribía memos y redactaba los contratos y las designaciones docentes. Muchas veces se ponía nerviosa y metía la pata. No entendía bien cómo se equivocaba, si prestaba muchísima atención cuando estaba frente a la compu, pero a veces su cabecita volaba y volaba. Pensaba en muchas cosas, pero en lo que más pensaba era en encontrar a un chico re lindo, re bueno, re inteligente y divertido que se enamorara locamente de ella. Entonces se distraía un poco. Muchas de las ideas y reflexiones las disparaba la novela de la tarde que veía con sus compañeros en el comedorcito de la uni durante el almuerzo. La chica que era la protagonista era de una familia muy pobre, o no, no, ni siquiera tenía familia y cuando salía del orfelinato empezaba a trabajar para una familia muyyyy rica, en donde vivía un chico súper guapo y divino, pero obvio, con una novia bastante fulera, “personality wise speaking”. Bueno, no vale la pena contar toda la historia, porque ya todos sabemos de quién se enamora el chico, de la huerfanita buena y linda, obvio. La cosa es que Jijí quería con toda su alma creer en esa historia y pensar que ella también podía tener suerte, y de paso dejar de salir con el otro zapallo que no hacía otra cosa que mentirle y quedarse dormido, pero, a no olvidar, que la quería mucho... ¡y cómo! Mientras tanto... turururururu... Jijí soñaba... Soñaba que un día un chico iba a llegar y tratarla realmente bien, como se lo merecía, qué tanto!! No como todos esos idiotas a los que les había entregado todo buscando nada más que la trataran con dulzura, para recibir a cambio sólo desamor. Cda vez que Jijí recordaba a alguno de ellos, su corazoncito tierno se llenaba de odio...
La hora del almuerzo era siempre la misma. A la una ya tenían todo listo y Jijí y sus compañeritos bajaban a almorzar y de paso, como ya les dije, miraban la novela. Un día a la una menos diez llamó el decano y le dijo a Jijí: “Jijí escuchame bien lo que te voy a decir. Mi secretaria no está en la oficina, así que necesito que hagas algo por mí. Llamá al Dr. Quijada Gómez, hablá con él y cancelá el almuerzo que tenemos hoy. Hacelo inmediatamente que ya es tarde.” Jijí escuchó con atención y seriedad y se puso manos a la obra. Primero llamó a la oficina y, como no atendía nadie, llamó a la casa. Nada. Espero un ratito mientras pensaba: “¡ufa! Mientras todos comen y miran la novela yo acá clavada... ¡no es justo! Why me?” Ya nos damos cuenta que Jijí era un poquitín melodramática, pero no lo podía evitar, además le parecía que le daba un aire de película a toda su vida...Como en The way we were en donde Barbra Streisand insiste tanto, tanto con Robert Redford que al final consigue que la ame. Aunque al final él le dice a ella: “Katie, you push too hard”. “Demasiado” –dijo Jijí en voz alta. Esa frasesita siempre le andaba dando vueltas en la cabeza. Era evidente para Jijí que con un poquito de maña e insistencia Barbra había logrado que el otro se quedara con ella, aunque después terminaron separados... “Es una peli de la que se puede aprender mucho”-reflexionaba Jijí, mientras del otro lado seguía sonando el teléfono. Cuando se dio cuenta de que hacía varios minutos que sonaba, decidió llamar a Quijada Gómez al celular pero como tampoco atendía le dejó un mensajito: “Buenas tardes Dr. Quijada Gómez, habla Jijí de la “uni”, lamentablemente el Licenciado Callejas no puede almorzar con usted hoy, por lo que me veo en la obligación de cancelarle de manera definitoria el almuerzo que tenían pautado. Lo saludo atentamente. Un beso.”
Aliviada de haber cumplido en “tiempo y forma” sus obligaciones, Jijí bajó saltando las escaleras hasta el comedor. Estaba feliz, hasta sintió ganas de cantar un poquito: “If we had the chance to do it all again, tell me, would we? Could we?!” Cuando llegó se sentó a comer con los demás y a ponerse al día con la novela. Pero cuando la vio, así como así, de la nada, sintió una puntada en el estómago.
A las 2 de la tarde en punto, después de almorzar, Jijí subió las escaleras para continuar con su rutina diaria y preparar algunos viajecitos que tenía pendientes. Pero cuando entró a la office, la cosa no se veía muy bien.. Estaba la secretaria del Licenciado Callejas, con cara de preocupada: “¡Jijí! ¿qué pasó hoy? Callejas está re caliente con vos, dice que lo hiciste quedar como un idiota. Te está buscando como loco.”
Jijí se quedó helada. No sabía qué decir, no entendía nada, si había hecho todo bien. Sentía que le quemaban los cachetes cuando de repente... sonó el teléfono. Era él. Pobrecita Jijí, le temblaban las piernas mientras del otro lado del auricular la voz tan temida le gritaba: “¡Jijí sos una reverenda pelotuda! No sabés ni siquiera seguir una simple orden. ¡Te expliqué bien clarito que hablaras con Quijada Gómez! ¡Tenías que hablar con él, no dejar mensajitos estúpidos!¡Ahora quedé como un idiota! ¿Será posible que no sirvas para nada?” Jijí sentía como sus ojitos se llenaban de lágrimas (que por suerte le refrescaban las mejillitas que ardían como locas). Como siempre, no pudo decir, nada, salvo “perdón Licenciado, no sabía”, con un hilito de voz. Cuando cortó su compañero S. estaba al lado suyo mirándola, severo: “Jijí, no vayas a llorar, ¿eh?, no vayas a llorar, ¡no te atrevas!” Pero Jijí no podía evitarlo, sentía que el mundo se le venía abajo, que nada valía la pena. ¡que nadie la quería!!! ¡Qué solita y fracasada se sentía Jijí! No aguantó más y se fue corriendo al baño, y una vez más se encerró en uno de los cubículos, como solía hacer en casos como estos, esperando que el mundo reventara prontito...
La hora del almuerzo era siempre la misma. A la una ya tenían todo listo y Jijí y sus compañeritos bajaban a almorzar y de paso, como ya les dije, miraban la novela. Un día a la una menos diez llamó el decano y le dijo a Jijí: “Jijí escuchame bien lo que te voy a decir. Mi secretaria no está en la oficina, así que necesito que hagas algo por mí. Llamá al Dr. Quijada Gómez, hablá con él y cancelá el almuerzo que tenemos hoy. Hacelo inmediatamente que ya es tarde.” Jijí escuchó con atención y seriedad y se puso manos a la obra. Primero llamó a la oficina y, como no atendía nadie, llamó a la casa. Nada. Espero un ratito mientras pensaba: “¡ufa! Mientras todos comen y miran la novela yo acá clavada... ¡no es justo! Why me?” Ya nos damos cuenta que Jijí era un poquitín melodramática, pero no lo podía evitar, además le parecía que le daba un aire de película a toda su vida...Como en The way we were en donde Barbra Streisand insiste tanto, tanto con Robert Redford que al final consigue que la ame. Aunque al final él le dice a ella: “Katie, you push too hard”. “Demasiado” –dijo Jijí en voz alta. Esa frasesita siempre le andaba dando vueltas en la cabeza. Era evidente para Jijí que con un poquito de maña e insistencia Barbra había logrado que el otro se quedara con ella, aunque después terminaron separados... “Es una peli de la que se puede aprender mucho”-reflexionaba Jijí, mientras del otro lado seguía sonando el teléfono. Cuando se dio cuenta de que hacía varios minutos que sonaba, decidió llamar a Quijada Gómez al celular pero como tampoco atendía le dejó un mensajito: “Buenas tardes Dr. Quijada Gómez, habla Jijí de la “uni”, lamentablemente el Licenciado Callejas no puede almorzar con usted hoy, por lo que me veo en la obligación de cancelarle de manera definitoria el almuerzo que tenían pautado. Lo saludo atentamente. Un beso.”
Aliviada de haber cumplido en “tiempo y forma” sus obligaciones, Jijí bajó saltando las escaleras hasta el comedor. Estaba feliz, hasta sintió ganas de cantar un poquito: “If we had the chance to do it all again, tell me, would we? Could we?!” Cuando llegó se sentó a comer con los demás y a ponerse al día con la novela. Pero cuando la vio, así como así, de la nada, sintió una puntada en el estómago.
A las 2 de la tarde en punto, después de almorzar, Jijí subió las escaleras para continuar con su rutina diaria y preparar algunos viajecitos que tenía pendientes. Pero cuando entró a la office, la cosa no se veía muy bien.. Estaba la secretaria del Licenciado Callejas, con cara de preocupada: “¡Jijí! ¿qué pasó hoy? Callejas está re caliente con vos, dice que lo hiciste quedar como un idiota. Te está buscando como loco.”
Jijí se quedó helada. No sabía qué decir, no entendía nada, si había hecho todo bien. Sentía que le quemaban los cachetes cuando de repente... sonó el teléfono. Era él. Pobrecita Jijí, le temblaban las piernas mientras del otro lado del auricular la voz tan temida le gritaba: “¡Jijí sos una reverenda pelotuda! No sabés ni siquiera seguir una simple orden. ¡Te expliqué bien clarito que hablaras con Quijada Gómez! ¡Tenías que hablar con él, no dejar mensajitos estúpidos!¡Ahora quedé como un idiota! ¿Será posible que no sirvas para nada?” Jijí sentía como sus ojitos se llenaban de lágrimas (que por suerte le refrescaban las mejillitas que ardían como locas). Como siempre, no pudo decir, nada, salvo “perdón Licenciado, no sabía”, con un hilito de voz. Cuando cortó su compañero S. estaba al lado suyo mirándola, severo: “Jijí, no vayas a llorar, ¿eh?, no vayas a llorar, ¡no te atrevas!” Pero Jijí no podía evitarlo, sentía que el mundo se le venía abajo, que nada valía la pena. ¡que nadie la quería!!! ¡Qué solita y fracasada se sentía Jijí! No aguantó más y se fue corriendo al baño, y una vez más se encerró en uno de los cubículos, como solía hacer en casos como estos, esperando que el mundo reventara prontito...
martes, 16 de octubre de 2007
A real job! With a real computer and all! weehee!!
Bueno, después de eso, Jijí dejó piano, una lástima, porque le gustaba... Y siguió con la guitarrita, aunque al novio no le gustaba mucho eso que hacía, porque Jijí practicaba y practicaba pero no le salía muy bien. Pero ella la pasaba bomba así que seguía con su música.
Un día le tocó cambiar de trabajo y empezó a trabajar para una universidad grande, muy grande. Bueno, no tannnn grande. Jijí estaba chocha. Se ponía los tacos y la pollera y cada mañana se tomaba el tren. Atendía el teléfono contenta: “Universidad de piripipí, buenos días, Jijí speaking!!!” Al principio no entendía mucho y le daba un poquito de miedo. Especialmente cuando le encargaron un proyecto para capacitar profes del secundario en la provincia. Las profes nunca querían estudiar nada y se quejaban de todo y siempre le gritaban a Jijí. “La puta digo”, pensaba Jijí, sin sacarse la sonrisita de la cara, “éstas me tienen de punto, debe ser porque soy muy linda... un día de estos me tomo el avión y me voy a la mierda, sí, a Italia, no no, a Francia también estaría bueno...” Todo esto pensaba Jijí mientras una vieja con ojeras y sobrepeso, la pobre, del “Enem Nº 3 o algo por el estilo” le gritaba y revoleaba el pucho por la cara delicada de Jijí. “¡Ay, bueno!! -le contestó Jijí. Basta de hablarme así, yo sólo traigo la info para las clases pero no soy la responsable de todo y tiquitiqui, Jijí corría de acá para allá tratando de organizar los cursos y calmar a las “profes”. Pero no se calmaban fácilmente, especialmente con Jijí que era tan buenita y responsable. Jijí se la pasaba todo el día trabajando, de la universidad a las escuelas y después a su facu, porque ella seguía estudiando. Soñaba con ser una gran escritora... no, no, una gran crítica literaria, no, no... una gran profesora de la facu... bueno, Jijí no sabía bien qué quería ser, pero ellá seguía, firme, para adelante, metiendo materias aunque no entendía nada, pobre.
Un día Jijí tuvo que ir a una escuela de Vicente López o por ahí, (Jijí era de Belgrano y no conocía bien “las afueras de la ciudad”). Cuando llegó había un tumulto en la puerta. Las madres de los “teenagers” esperaban ansiosas algo. Jijí se mezclo entre las “mamis” para ver qué era lo que pasaba, cuando en realidad tenía que entrar, organizar los cursos de capacitación e irse. Pero Jijí siempre fue muy sociable y le gustaba “to mingle mingle”. Una madre, con cara un poco demacrada, vestida con calzas y chancletas le explicó: “Mi hija está haciendo el bachillerato internacional, que no es cualquier cosa. Le abre muchísimas puertas para trabajar en el exterior. Estamos esperando los resultados de los exámenes. Esto es un antes y un después, ¿entendés?.”
Jijí, paradita en medio de todas las madres se quedó atónita, ¿qué era eso de lo que le hablaban estas viejas? “¡No lo creo! No creo que haya algo mejor que el colegio de monjas putarracas al que fui!!! Todo el día nos tenían cortitas, trabajando, sin poder hacer nada divertido nunca! ¿Todo para qué?? Yo tendría que haber seguido esto.” Jijí no entendía mucho si eso era bueno o malo, pero tenía la sana costumbre de pensar que cualquier cosa era mejor que lo que ella había hecho (¿bueno, a veces quería pensar eso para ser buenita...), siempre manteniendo la sonrisita. “¡Bueno, chicas, un gusto conocerlas, cherrios!- dijo Jijí con su mejor cara, mientras tiquitiquitiqui... corría a encontrarse con los “profes” que no la esperaban con demasiado entusiasmo... “ ¡Hola a todos!!! ¡Traje el “study material”!! ¿Listos para trabajar?”
“ ¿Escuchame piba, por qué no te dejás de joder y nos traés el certificado del curso de una buena vez por todas? ¡Me tenés las pelotas llenas hablándonos en inglés!” – le contestó un profesor de lo más desagradable. Jijí no le dijo nada, porque aunque a veces piensa cosas feas de la gente, cuando tiene que contestar es como que se queda un poco dura, sin palabras. Sólo pudo decirle “por favor, no me hable así señor, que yo con usted soy muy respetuosa” (aunque muy adentro pensaba “¡I say la puta! ¡puto de mierda, sos un reputo de mierda, mf!), mientras le caía una lagrimita imperceptible por la mejillita llena de pecas... vaya una a saber por qué.
Un día le tocó cambiar de trabajo y empezó a trabajar para una universidad grande, muy grande. Bueno, no tannnn grande. Jijí estaba chocha. Se ponía los tacos y la pollera y cada mañana se tomaba el tren. Atendía el teléfono contenta: “Universidad de piripipí, buenos días, Jijí speaking!!!” Al principio no entendía mucho y le daba un poquito de miedo. Especialmente cuando le encargaron un proyecto para capacitar profes del secundario en la provincia. Las profes nunca querían estudiar nada y se quejaban de todo y siempre le gritaban a Jijí. “La puta digo”, pensaba Jijí, sin sacarse la sonrisita de la cara, “éstas me tienen de punto, debe ser porque soy muy linda... un día de estos me tomo el avión y me voy a la mierda, sí, a Italia, no no, a Francia también estaría bueno...” Todo esto pensaba Jijí mientras una vieja con ojeras y sobrepeso, la pobre, del “Enem Nº 3 o algo por el estilo” le gritaba y revoleaba el pucho por la cara delicada de Jijí. “¡Ay, bueno!! -le contestó Jijí. Basta de hablarme así, yo sólo traigo la info para las clases pero no soy la responsable de todo y tiquitiqui, Jijí corría de acá para allá tratando de organizar los cursos y calmar a las “profes”. Pero no se calmaban fácilmente, especialmente con Jijí que era tan buenita y responsable. Jijí se la pasaba todo el día trabajando, de la universidad a las escuelas y después a su facu, porque ella seguía estudiando. Soñaba con ser una gran escritora... no, no, una gran crítica literaria, no, no... una gran profesora de la facu... bueno, Jijí no sabía bien qué quería ser, pero ellá seguía, firme, para adelante, metiendo materias aunque no entendía nada, pobre.
Un día Jijí tuvo que ir a una escuela de Vicente López o por ahí, (Jijí era de Belgrano y no conocía bien “las afueras de la ciudad”). Cuando llegó había un tumulto en la puerta. Las madres de los “teenagers” esperaban ansiosas algo. Jijí se mezclo entre las “mamis” para ver qué era lo que pasaba, cuando en realidad tenía que entrar, organizar los cursos de capacitación e irse. Pero Jijí siempre fue muy sociable y le gustaba “to mingle mingle”. Una madre, con cara un poco demacrada, vestida con calzas y chancletas le explicó: “Mi hija está haciendo el bachillerato internacional, que no es cualquier cosa. Le abre muchísimas puertas para trabajar en el exterior. Estamos esperando los resultados de los exámenes. Esto es un antes y un después, ¿entendés?.”
Jijí, paradita en medio de todas las madres se quedó atónita, ¿qué era eso de lo que le hablaban estas viejas? “¡No lo creo! No creo que haya algo mejor que el colegio de monjas putarracas al que fui!!! Todo el día nos tenían cortitas, trabajando, sin poder hacer nada divertido nunca! ¿Todo para qué?? Yo tendría que haber seguido esto.” Jijí no entendía mucho si eso era bueno o malo, pero tenía la sana costumbre de pensar que cualquier cosa era mejor que lo que ella había hecho (¿bueno, a veces quería pensar eso para ser buenita...), siempre manteniendo la sonrisita. “¡Bueno, chicas, un gusto conocerlas, cherrios!- dijo Jijí con su mejor cara, mientras tiquitiquitiqui... corría a encontrarse con los “profes” que no la esperaban con demasiado entusiasmo... “ ¡Hola a todos!!! ¡Traje el “study material”!! ¿Listos para trabajar?”
“ ¿Escuchame piba, por qué no te dejás de joder y nos traés el certificado del curso de una buena vez por todas? ¡Me tenés las pelotas llenas hablándonos en inglés!” – le contestó un profesor de lo más desagradable. Jijí no le dijo nada, porque aunque a veces piensa cosas feas de la gente, cuando tiene que contestar es como que se queda un poco dura, sin palabras. Sólo pudo decirle “por favor, no me hable así señor, que yo con usted soy muy respetuosa” (aunque muy adentro pensaba “¡I say la puta! ¡puto de mierda, sos un reputo de mierda, mf!), mientras le caía una lagrimita imperceptible por la mejillita llena de pecas... vaya una a saber por qué.
lunes, 15 de octubre de 2007
To begin with...
Jijí es una chica normal como cualquier otra. Siempre hizo lo que correspondía de acuerdo a su edad. Terminó el secundario y rápido, corriendo, sin hacer mucho ruido para no llamar la atención, se consiguió un trabajito: tiptiptip, corrían sus piecitos todas las mañanas para el trabajo. Llegaba primera al negocio del gran “shopping mall” donde vendía ropa. No le costó trabajo ponerse en el papel de vendedora amable. Jijí siempre tiene una sonrisa para todos. Tal vez no sentía ganas de sonreir, pero a Jijí no le importaba, sonreía igual, porque eso se lo enseñaron de chiquita y como es una “fast learner”, enseguida le agarró la mano. Sonrisa de acá, sonrisa de allá. Pero nunca mentía. Si una “gordita” quería comprarse un jean talle 22 que se le clavaba hasta la garganta, ¡qué pensamientos feos tenía Jijí!!, siempre decía “Lo importante es que te sientas cómoda”, cuando en realidad, pobrecita Jijí, quería decir, ¡pero gorda chota! ¡Adaptate a la realidad!!! Pero no Jijí, ella era una señorita buena y bien educada. Y así, siempre trabajando. Cuando no había clientes, doblaba la ropa tal como le habían enseñado, todo prolijito. Mientras las otras vagas de mierda dormían en el cuartito de atrás porque habían salido toda la noche...
En esa época Jijí hasta tenía un noviecito, que la llevaba y traía a todos lados en su autito “0 km”, siempre que no se quedara dormido hasta las cuatro de la tarde (que era lo que habitualmente pasaba). Pero ella lo quería igual porque él la quería y mucho... A veces quedaban en verse para la hora de almuerzo que Jijí tenía asignada, aunque casi siempre llegaba tarde. Y Jijí lo esperaba como una pavota, la una, las dos, las tres... Hasta que lo llamaba y la “chica con cama adentro” le decía que todavía dormía. Bué... pero la quería... pobrecita Jijí, se reía, se enojaba un poquito y comía solita...
Y poco a poco fue pasando el verano hasta que Jijí empezó la “facu”. Ya había dado unas materias por adelantado y le quedaban poquitas del ingreso.
Jijí trabajaba y estudiaba lo más bien. Siempre yendo y viniendo, con el noviecito vago que le mentía todo el tiempo pero Jijí no veía nada, tan ocupada que estaba. En su tiempo libre hasta se dedicaba a sus hobbies, estudiaba guitarra... y piano! Dale que te dale le daba a las teclas, practicando lo que el profe le enseñaba en la hora que tenían de clases. Lástima que la hora nunca era una hora porque el profe la veía muy tensa y recomendaba seriamente media hora de masajes de “relajación”. A Jijí eso no le inspiraba mucha seguridad, pero bueno, él sabría... Además a Jijí le costaba y le cuesta decir que no. Así que así empezó con media hora de masajes. Pero cuando el profe le dijo que tenía que sacarse toda la ropa para liberar la energía “negativa” ( incluso la bombacha, boohoohoo!!!), a Jijí le pareció un poquito sospechoso, pensó “what the fuck?” y le dijo, después de haber tomado coraje: “yo me quedo con el shorcito puesto, si le parece, profe”. Y paf, así nomás se lo dijo y el profe medio que se enojó y Jijí se sintió mal por desobedecer, pero ¿qué iba a hacer? A ver si le pasaba lo de esa vez en la playa. “No, gracias”- pensó Jijí, yo me planto y a la mierda, qué tanto joder y la puta que te parió viejo verde de mierda. Viejo puto. Viejo puto de mierda. Tomá.
Y entonces Jijí medio que se avivó, pero solo un poquito, porque ya verán los lectores que Jijí es muy obediente y le cuesta plantarse, vaya una a saber por qué.
En esa época Jijí hasta tenía un noviecito, que la llevaba y traía a todos lados en su autito “0 km”, siempre que no se quedara dormido hasta las cuatro de la tarde (que era lo que habitualmente pasaba). Pero ella lo quería igual porque él la quería y mucho... A veces quedaban en verse para la hora de almuerzo que Jijí tenía asignada, aunque casi siempre llegaba tarde. Y Jijí lo esperaba como una pavota, la una, las dos, las tres... Hasta que lo llamaba y la “chica con cama adentro” le decía que todavía dormía. Bué... pero la quería... pobrecita Jijí, se reía, se enojaba un poquito y comía solita...
Y poco a poco fue pasando el verano hasta que Jijí empezó la “facu”. Ya había dado unas materias por adelantado y le quedaban poquitas del ingreso.
Jijí trabajaba y estudiaba lo más bien. Siempre yendo y viniendo, con el noviecito vago que le mentía todo el tiempo pero Jijí no veía nada, tan ocupada que estaba. En su tiempo libre hasta se dedicaba a sus hobbies, estudiaba guitarra... y piano! Dale que te dale le daba a las teclas, practicando lo que el profe le enseñaba en la hora que tenían de clases. Lástima que la hora nunca era una hora porque el profe la veía muy tensa y recomendaba seriamente media hora de masajes de “relajación”. A Jijí eso no le inspiraba mucha seguridad, pero bueno, él sabría... Además a Jijí le costaba y le cuesta decir que no. Así que así empezó con media hora de masajes. Pero cuando el profe le dijo que tenía que sacarse toda la ropa para liberar la energía “negativa” ( incluso la bombacha, boohoohoo!!!), a Jijí le pareció un poquito sospechoso, pensó “what the fuck?” y le dijo, después de haber tomado coraje: “yo me quedo con el shorcito puesto, si le parece, profe”. Y paf, así nomás se lo dijo y el profe medio que se enojó y Jijí se sintió mal por desobedecer, pero ¿qué iba a hacer? A ver si le pasaba lo de esa vez en la playa. “No, gracias”- pensó Jijí, yo me planto y a la mierda, qué tanto joder y la puta que te parió viejo verde de mierda. Viejo puto. Viejo puto de mierda. Tomá.
Y entonces Jijí medio que se avivó, pero solo un poquito, porque ya verán los lectores que Jijí es muy obediente y le cuesta plantarse, vaya una a saber por qué.
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