Esa noche volvió a su casa bastante compungida. Si bien la personalidad de Andy no le había atraído del todo, no podía evitar sentir cierto malestar ante su rechazo. Eran casi las dos cuando, mientras buscaba la llave, descubrió a GOW durmiendo adentro del auto. Lo acompañaba su caniche toy, divino, de unos rulitos marrones increíbles, todos armaditos. Lástima que Tico era medio histérico. Tap, tap, tap: Jijí golpeó la ventana del auto pero Gow era de sueño pesado. TAP, TAP, TAP, insistió Jijí. Tico empezó a ladrar furioso, arriba de GOW:
-¡Jijí, nena! Te estaba esperando! ¿Cómo te fue? ¿Piola el yankee?
-Digamos que sí, piola, vamos a ver qué pasa. Igual quiero mantener mis opciones. Estoy viendo. ¿Vos qué hacés acá?
GOW se veía notablemente nervioso, de un saltito salió del auto con Tico. Su cabeza le decía que algo importante tenía que decir, pero no podía definirlo con palabras. Decidió, entonces, ir a lo seguro:
-¿Vamos a dar una vuelta en el auto?
Para no perder la costumbre, Jijí aceptó aunque era evidente que hubiera preferido irse a dormir. Pusieron a Tico en el asiento de atrás -se ponía nervioso cuando estaba Jijí- y partieron rumbo a Villa Devoto y Villa del Parque. GOW quería mostrarle dónde vivía Maradona. Por lo general, los paseos en auto eran bastante silenciosos, así que Jijí se distrajo mirando por la ventana. Avanzaban en medio de la noche por la avenida San Martín cuando el semáforo se puso en rojo. Mientras esperaban Jijí barajaba la posibilidad de taparse las pecas con algún tipo de maquillaje permanente, como el que le ponen a las mujeres que no tienen cejas o labios muy finitos, esas que Jijí veía en las avisos en la parte de atrás de la revista de cable, junto al "antes y después" de la señora celulítica. Jijí estaba a punto de compartir su duda con GOW en pos de establecer algún tipo de diálogo, cuando un golpe seco contra el vidrio del auto la sobresaltó. Dos chicos estaban en la puerta mostrando cada uno un revolver. Por alguna razón Jijí no se puso nerviosa, le veía cara conocida a uno de piel oscura y pelo enrulado; pero no adivinaba de dónde.
-Eh, loco! ¡bajen del auto! ¡¿Dónde tené’ la guita, loco?!
-Ay loco -contestó Jijí-, plis, fue una noche re larga, lo único que me falta es quedarme a pie.
-Jijí, nena, mejor que no hables ahora. ¿Eh, trajiste algo de plata? ¡Porque yo no tengo nada, después de lo del casino... mi mamá... bueno... tipo que me cortó todo, hasta me sacó las tarjetas. ¡Todas, ni una me dejó, re bajón! Es posible que tenga que buscar un trabajo, algo tranqui igual, porque no da volverme loco con un laburo. Pero mientras, te iba a pedir, no sé, un préstamo, algo de cash. Aunque bueno, ahora le vas a tener que dar algo a estos chicos...
-Eh, vo’ gordito, cerrá el pico si no queré’ que te rompa la jeta y dame lo que tengás o me llevo al caniche toy. Rulo, agarrá al perro.
RULO. En ese momento, mientras Jijí observaba la escena con las manos en la cabeza –no porque alguien le hubiera dicho que lo hiciera sino porque lo creía acorde a la circunstancia- tres pensamientos claves se materializaron en la cabeza de Jijí:
1) No era la única que veía a GOW como un gordito.
2) No estaría mal que se llevaran al caniche toy.
3) Y el recuerdo nítido, cristalino, de Rule-man: el chico de Belgrano con los rulos más armados que Jijí había visto en la década del noventa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Las 3 reflexiones Jijeanas son mortales.
Publicar un comentario